Un diminuto sapo que sólo existe en Mallorca
El ferreret o sapillo balear es un diminuto sapo que no vive en ningún otro lugar del mundo excepto en Mallorca. Es decir, es un animal endémico de Mallorca. Incluso en esta isla es difícil de encontrar, ya que se esconde donde el ser humano rara vez llega: en grietas estrechas, húmedas y de difícil acceso en lo alto de la Serra de Tramuntana. Por ello no es de extrañar que los científicos, que sabían de su existencia gracias al hallazgo de unos restos fósiles de varios millones de años de antigüedad creían que se había extinguido hace ya varios miles de años. Hasta 1978, ninguno de ellos había visto un ejemplar vivo. La sorpresa fue mayúscula cuando se encontró vivo y en buen estado en una cueva de la sierra de Tramuntana, en el municipio de Sóller. ¿Te imaginas la sensación que causó? ¡Fue casi como encontrar un dinosaurio vivo!
¿De dónde proceden los nombres de ferreret y sapo partero balear?
Su cariñoso nombre mallorquín, ferreret, que significa “pequeño herrero”, hace referencia al sonido metálico de su canto peculiar que recuerda al de los golpes de un martillo de hierro. Lo habían bautizado así los payeses que lo conocían ya mucho antes de que fuera redescubierto por los científicos. Esos payeses no podían adivinar la gran importancia que tendría su existencia para la ciencia.
En cuanto a su nombre en latín, ‘alytes muletensis’, los científicos se inspiraron en el lugar donde fue encontrado: una cueva al suroeste del Port de Sóller. Esta cueva se llama “Cova de Muleta”. En castellano, el ferreret también se llama sapillo balear o sapo partero balear. Este último nombre, también un tanto curioso, hace referencia a su comportamiento especial de reproducción: una vez que la hembra haya puesto los huevos, el macho los carga entre sus patas traseras y los transporta durante todo el periodo de maduración (unas 3 semanas), hasta que estén preparados para sobrevivir por sí solos en el agua en forma de renacuajos.
¿En qué se diferencia el sapo partero balear del sapo partero común?
Hace unos 5 millones de años, el mar Mediterráneo se secó casi por completo debido a la oclusión del canal que lo conectaba con el océano Atlántico. Los antepasados del ferreret que vivían en la península ibérica utilizaron la ruta terrestre y se asentaron en lo que hoy son las Islas Baleares. Aquí había menos depredadores, por lo que se relajaron: en lugar de poner 50 o más huevos a la vez para contrarrestar la constante amenaza de depredadores, el ferreret redujo su puesta a apenas más de 12. Además, pudo prescindir de un mecanismo de defensa que sus antepasados habían desarrollado para protegerse de los enemigos: una piel provista de verrugas y glándulas. Una vez en su nuevo entorno, ya no necesitaba protegerse de los enemigos con la ayuda de un olor desagradable, por lo que en el curso de la evolución desarrolló una piel casi lisa con sólo unas pocas glándulas cutáneas.
Problemas con los que se enfrenta el ferreret
A pesar de que este diminuto sapo (apenas mide 4 cm) haya sobrevivido hasta nuestros días, se enfrenta una y otra vez con amenazas a lo largo de su vida en Mallorca. Mientras a su llegada a las islas prometía ser el fin de la lucha contra los depredadores, la primera amenaza llegó con la serpiente víbora, probablemente introducida por los romanos hace más de 2000 años. En el menú de esta serpiente de agua, tanto el renacuajo como el ferreret adulto ocupan un lugar destacado. Con el paso del tiempo, el sapillo balear se fue refugiando cada vez más en los rincones remotos de la sierra de Tramuntana.
Incluso en los tiempos modernos, las poblaciones del ferreret tienen que luchar una y otra vez con las circunstancias que hacen que su población disminuya drásticamente. En 2002, por ejemplo, una infección por hongos causó preocupación entre la gran comunidad de protectores del ferreret en Mallorca. Gracias a elaboradas campañas de desinfección de torrentes y tratamientos antifúngicos, la amenaza de este hongo se llegó a controlar en 2015.
Otros cambios que ponen en peligro su existencia y que obligan a asegurar su población una y otra vez mediante la cría artificial en centros de protección, son el constante desarrollo de la construcción en la isla, la escasez de agua debido a la altísima demanda de agua en temporada alta, el creciente turismo de senderismo y la contaminación de las aguas por las plantas embotelladoras de agua potable de la Tramuntana.
El sapo partero balear es un buen ejemplo de la protección de la especies en Mallorca
¿Y cómo está nuestro pequeño amigo hoy? Tenemos buenas noticias: ¡todavía existe! Gracias a diversos programas de protección de especies, la población de este pequeño y simpático anfibio se ha estabilizado. Desde su redescubrimiento, las iniciativas para protegerlo y de impedir su extinción no han tenido precedentes. Las culebras de agua fueron reubicadas en otras zonas, como el humedal de S’Albufera, en cuanto se descubrieron cerca de los hábitats restringidos del ferreret.
Gracias a un plan especial de protección del ferreret iniciado por las autoridades en Mallorca, el ferreret empezó a recibir ayuda incluso desde más allá de la isla: Zoológicos y otras instituciones en Inglaterra (Jersey, Kent), Alemania (Stuttgart) y Barcelona se dedican hasta hoy día a reproducir ejemplares en sus instalaciones para llevarlos anualmente a la Tramuntana. Y por último, pero no por ello menos importante, la designación de la Tramuntana como Patrimonio de la Humanidad debería garantizar la conservación del hábitat de esta especie, única en el mundo.